La gubia que Canta, grabados de Alec Dempster
Hay clases de sencillez. Podemos distinguir, entre otras, una sencillez inocente, una sencillez informada, una sencillez maestra. Y esta última es la menos sencilla, es una sencillez mentirosa, a lying simplicity. Es mentirosa porque sintetiza lo múltiple en lo complejo y lo complejo en lo mucho, parece que hace mucho para lo poco y poco para lo mucho.
Sintetiza y extiende, pulsando entre un movimiento y su contrario. Así sucede por ejemplo con la xilografía de Axolotl, en donde Dempster nos habla de como un pueblo salió a defender a una especie porque sabe que la desaparición de esta especie significa el principio del fin de la desaparición del pueblo.
Los ajolotes son capaces de regenerarse a sí mismos, pueden crecer miembros perdidos, partes del cerebro incluso; estos seres que habitan esa promesa de inmortalidad que es la regeneración son también entes frágiles, dependientes de la pureza de sus aguas en una de las ciudades más contaminadas del mundo, esta paradoja viva, la persistencia y resistencia de lo más frágil, se extiende desde las almas y la sangre del pueblo elevándose a los cielos convertido en un feroz protector, en una promesa de triunfo de la vida sobre la barbarie capitalista. Hay un camino hacia el símbolo que es de síntesis y el símbolo se extiende hacia los cielos, abarcando y cubriendo territorio en una realización efectiva del solve et coagula de los alquimistas.
No quiero decir con esto que el sentido de sus grabados sea claro pero tampoco es que sea oscuro; maestro de los movimientos subterráneos, Alec Dempster deambula entre los polos sin problema.
Cultiva la claridad al tiempo que el misterio, quiero decir.
Estratifica, el mensaje es entregado por varios canales a un tiempo, algunas partes las podemos leer de inmediato y otras no, otras se meten dentro de nuestras almas para ahí seguir su desarrollo, ya sea por extensión, por compresión o por una alternancia entre estas.
Cuando estamos ante sus grabados, a la mirada no le queda otra que perderse y ahí, enganchados, bebemos por los ojos todo ese cauce de palabras secretas, de desarrollos antiguos, de promesas de caminos y de espejos ahumados.
Si somos lo que somos es por las influencias que nos conforman, los mensajes que los otros nos imprimen. Es siempre un placer extender el pliego del alma para que Alec Dempster imprima en ella sus motivos.
— Dani Carrera, 2025
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